21.6.06

Los habitués

Mosquita escucha y nadie le paga por escuchar. Pero escucha otro suspiro de hastìo, otro insulto murmurado contra vaya a saber quien. Y deja el pocillo de café sin hacer ruido, llena el vaso de wiskie sin distraer esa mirada perdida en algun recoveco de la calle. El elenco estable del bar va dejando sus marcas, en las sillas, en las mesas, en el aire viciado del bar. Y en él también, aunque se cambie de ropa cada noche en la cocina antes de volverse a su casa.

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