Para ir a mi taller, paso siempre por una calle lateral de la Estacion de Trenes Gare du Nord. Frente a un porton metàlico de la angosta vereda, en un recoveco, hay una mini-ciudad de gente de la calle, sin domicilio fijo, clodos, o como se les quiera llamar. Tienen camas con mantas encontradas, mas las que les dan los servicios sociales. Unos muestrarios de perfumeria sirven de biblioteca-heladera. El baño es un poste de la luz de la vereda de enfrente. Es divertido mirar la gente pasar frente a ese poste: la cara se entra a deformar ante los olores y apurar el paso o cruzarse de calle. Una suerte de camino infernal que nose termina nunca, entre rios de urina seca o fresca. Ellos estan siempre sentados chupando, fumando y te saludan muy gentilmente antes de pedir plata. Una noche volvia caminando y -donde normalmente hay formas informes y olores irreconocibles de la mini-ciudad durmiendo, habia esta vez velas. Extraño. Los veo sentados, chupando junto a las velas, que iluminan un poster. Al pasar al lado suyo levantan el vaso y me dicen "...et oui eh!", algo asi como "...y si, che!". Miro el poster: el Papa Juan Pablo, que venia de morir. Me fui puteando, y aunque quisiera interpretar el vaso levantado como un brindis, estoy seguro de que era confraternidad en el dolor.
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